A Jaime Garzón

Por Oscar Domínguez G.

Hace 9 años Colombia era una carcajada de 38 millones de personas.

Lo insólito e irónico del asunto es que la carcajada era por una persona que acababan de asesinar.

Despedíamos a carcajada ventiada a Jaime Garzón, el irreverente humorista bogotano que no alcanzó a llegar hasta sus oficinas de Radionet.

Todos los días madrugaba a su emisora a decir verdades con una cierta sonrisa.

Ese día, el país estupefacto y adolorido, reía con el corazón en la mano para lamentar su partida y declararlo su intérprete.

Garzón convirtió el humor en herramienta para decirle al pan-pan.

Por eso los violentos hicieron pum pum, sobre su desdentada anatomía.

Si el Papa se hubiera muerto ese viernes, los colombianos no habríamos quedado tan achicopalados.

Hacía tanto tiempo no se producía un dolor tan generalizado por un muerto, en este país de muertos diarios.

Sólo tenía 39 años cuando murió esa flor, que no la primavera, como diría el poeta.

Tal vez ni él mismo imaginó que había penetrado tan hondo en el sentimiento de sus paisanos.

Se convirtió en una especie de Lady Di en el sentido de que de todas partes de Bogotá, la gente se desplazó al sitio donde fue sacrificado para depositar una asustada flor.

O una enfurecida plegaria.

Quienes más desfilaron por el Capitolio Nacional, donde fue velado, fueron los ninguneados de la fortuna.

También los niños madrugaron a llamar a Radionet para leer hermosos poemas de despedida.

Hasta los del gajo de arriba cuyas vergüenzas sacó al sol, marcaron tarjeta.

¿Quíen mató a Garzón? Paracos y guerrillos se atropellaron para negarlo.

Hay un condenado: Carlos Castaño, jefe de las Auc, de quien nadie sabe dónde duerme. Ni donde muere.

Para variar no hay un solo detenido por el crimen.

Garzón fue humorista, politólogo, master en mamagallismo, actor de radio y televisión, alcalde del Suma-paz, periodista, lustrabotas, hombre de teatro, poeta, cocinero, escritor, rumbero, columnista, guachimán, loco, gastrónomo, enólogo, anfitrión, salvador del mundo, irreverente buscador de paz.

Todos estos oficios perdieron con la muerte de Garzón.

No cabía en el cuero.

Se tenía que salir de él a través de alguna nueva audacia.

No se repetía.

Era su clave para un éxito que le importaba un comino.

El día que lo mataron proyectaba viajar a una cita por la paz.

Descansá en tu eterna paz, hombre Garzón. Ahora, si se te ocurre reencarnar, dejáte venir no más. Te esperamos.

Una lágrima virtual por un colombiano fuera de serie.

2 comments:

nestorcd said...

Lastima Garzon. Y sobre todo que se pierda su esencia. Los otros locos que dejo en el camino parecen disipados, perdidos. De esa zooicedad tambien se fue otro teso, Rafael Chaparro Madiedo, que dejo ese librazo que es Opio en Las Nubes (obra montada en teatro gracias a Rubiano).

Colombia llora y llora en procesion. Y no para de hacerlo. Pais de victimas, pobrecitos. Mientras no nos quitemos ese lodazal de narcos, asesinos, Uribes y otros corruptos mentales seguimos retrazados.

Hay que volver a reir, pero reir satirico, inteligente. No borrachos de ceguera.

Ese es el legado que a mi me dejo Jaime Garzon.

Ademas por El, soy residente de la USA.

Gracias Oscar por esta cabalota.

Nestor

Anonymous said...

Quiero agradecer a Oscar por tan hermoso poema de despedida a un grande, a quien aun hoy despues de tantos años y tantos muertos, seguimos recordando y extrañando, hoy mas que nunca, creo yo.
Hermosamente escrito.
Marta G.