Venezolano paraliza a Manhattan


El 31 de enero Maickel Clemente cumplió su sueño: Paralizó el corazón de Manhattan.

Hubo policía, miles de espectadores, procesión vehícular... En fin. Ni que Madonna, ¡chamo!

Y no fue por cinco minutos ni una hora. Maickel Clemente paralizó a Manhattan entre 3:30 y 7 p.m. de ese día nublado.

Ni siquiera tuvo que planearlo mucho. Tenía que mudarse de su apartamento en la calle 69 y segunda avenida en Manhattan. Burgués el área, pero apartamento tipo 'Petares', o sea de clase bien humilde, casi que la estufa en el inodoro.

Pues el hombre que se muda rumbo a New Jersey.

Contrató compañía de mudanza por Internet y quedó el arreglo a US$75 la hora, más otra cantidad de gastos.

¡Santísimo! A las 9:30 a.m. le toca el timbre un "israelí", así lo llama Maickel. "Soy del servicio de mudanza", le dijo el mudador por citófono. Eran dos, el israelí había recogido de la calle a un jornalero mexicano para que le ayudara.

Como en ese lumpen de edificio ni siquiera servían los citófonos para abrir la puerta, Maickel se bajó sus cuatro pisos a la carrera. Y en la cerrera un salto.

Porque hay que aclarar que las escaleras para llegar a la cima del apartamento en cuestión son incomodas e inmensas. Así que multiplequen la fatiga por cuatro pisos.

Y esa fue la primera sorpresa para el israelí y su jornalero. "US$25 más por piso you venezuelan coño e' tu Candida".

Luego el plato dos: La semana anterior, un carpintero había estado reparando algunos peldaños de las mencionadas escaleras.

"Y no volvió desde el viernes. Ni el lunes, ni el martes. Y el miércoles, cuando voy a hacer mi mudanza, me encuentro al tipo ahí, con tremendo hueco..."

No hubo pánico. El menor de los Clemente y el carpintero acordaron una hora para tapar el hueco.

Tres: El israelí y su jornalero, soplando de cansancio, llegan al apartamento donde los esperaba un camarote tipo loft, un escritorio y un sofá-cama que debían desarmar, pero el espacio era tan reducido que a esas alturas no entraba ni una llamada.

Terminaron de salir del edificio a eso de las 3 p.m. Pulso agitado, garganta seca, brazos y piernas temblorosos, pensamientos malsanos.

"Con todo eso, lóóóóóógico...", reflexionó una de las testigos, Samantha Rapolla: "Era lógico que la energía era tan jodida que cuando se subieron al pobre camión de mudanzas... ¡Zaz!"

Exacto. ¡Zaz! fue. A las 3:30 p.m., el camioncito, una viejera pintada con grafitos, se quedó sin su diesel en plena calle 59 y segunda avenida de Manhattan. Justo donde converge una complicada afluencia de vehículos desde y para Queens y la estación de teleférico que comunica a Rosselvet Island.

Cientos de carros atascados pitando, policías de tránsito manoteando y en la cabina del camioncito un venezolano, un ecuatoriano, un mexicano y el israelí. Puro pánico de escena.

Lo que habría que contar después fue la odiesa para encontrarle el diesel al motorizado en cuestión.

Los menos 10 grados bajo cero con vientos del este.

Otros camiones empujando al averiado...

Los malabares y los cigarrillos que se fumó Maickel Clemente porque en cualquier momento el camioncito con su carga podían ser considerados armas del terrorismo fundamentalista...

El jornalero desviando tráfico y su posterior deserción...

Las mañas del motor diesel para prender. Los mecánicos que llegaron de El Bronx...

La hora de la madrugada, ya del primero de febrero, en que Maickel Clemente por fin recibió su mudanza...

La frescura del israelí ...Y la cuenta que me fui.


Nestor Cristancho

After Hour: La cantidad de energía desbordada aquel 31 de enero fue tal, pero tal, tal, que a esta hora, Maickel Clemente, por fin está trabajando en New York...

3 comments:

Unknown said...

A esto se llama estilo de la GP, Néstor, ya sabemos todos que el de la mudanza fuiste tú y el Israelí tu jefe. Vaya ajetreos en los que se meten ustedes no?. Y eso que no contaste lo de la zandalias rotas subiendo gradas, también rotas. Rafael Marín www.rafaelmarin.com

Dolly said...

Hola Nestor, lei la historia mientras terminaba de aplicarme el lapiz labial y tomarme mi cafesito magnanero, me rei mucho. El incluir la nacionalidad de los personajes sin duda le da innformacion implicitra al lector y hace que la historia sea mucho mas interesante y pintoresca. La historia resalta muy bien la cotidianidad New Yorkina donde las diferentes lenguas se confunden con los aromas del mani tostado en las entradas del tren subterraneo y las papitas fritas de MacDonalds y donde asi, como los tres hombres que empujaban el camionsito, miles de hombres y mujeres empujan el dia a dia, algunos con afan de llegar, muchos perdidos y sin sentido de direccion y desafortunadamente pocos simplemente disfrutando del camino, ah, y que valga la aclaracion que no me estoy refiriendo a los turistas! Que tengas un lindo dia.
Dolly

Anonymous said...

Que buena historia, pues dicen que para que facil si puede ser dificil.
Lo bueno es que no importa que mal se ponga el panorama, siempre pasa y viene la calma.
No puedo esperar a ver la nueva casita del negro.