Con la punta de un cuchillo muy afilada, y tomándose su tiempo, así nos cortó en pedazos Marta Gómez.
Brazos, piernas, manos, llanto… Y sin intentar escapar, sin quejarnos, mudos, le permitimos hacer a su antojo; ella con sus manos ocupadas, y de sirena encantando.
La voz de Marta Gómez es así de aguda. Su guitarra es así de sublime. Basta escucharle una estrofa para sucumbir a su manto indio, latinoamericano, colombiano, universal.
Y cuando termina, y vuelve en sí de ese trance en el que pareciera estar mientras hace su música, volvemos a la realidad y nos estremece esa sublimidad que nos partió en pedazos.
La descubrimos cuando el sello Putumayo incluyó su tema "La ronda" en una producción del 2004 llamada Women of Latin America.
En esa producción estaban artistas consideradas íconos en la música latinoamericana, como Toto La Momposina, la cantante de folclor más veterana y respetada de Colombia; estaba Lila Downs, la mexicana que grabó la banda sonora de la película Frida; la deslumbrante Mariana Montalvo, exiliada de Pinochet; Belo Veloso, sobrina de Caetano Veloso; entre otras.
¿Y esta Marta Gómez de dónde salió?
Ella es de las 6 p.m. del 11 de septiembre de 1978, virgo, nacida en la primera playa de Bogotá, Girardot. Luego viene Cali.
Ella comenzó de corista en el Liceo Benalcázar de Cali (“así lo escriben”, asegura ella). Entonces no tenía sino 4 años, pero sus padres la metieron al coro dizque porque hacía ruiditos muy rítmicos de bebé. (Además para salvarla del negocio de la ferretería, pero esa es otra historia).
Pues ni brujos que fueran, la niña terminó estudiando música en la Universidad Javeriana de Bogotá y después se fue a estudiar a Boston gracias a una beca del Berklee College of Music, de la que se graduó con honores en el 2002.
"En la universidad teníamos cuatro conciertos al día porque los estudiantes se iban uniendo y formando grupos. Así fue que escuché un día al grupo argentino Los Changos Trío, y tuve la idea de grabar canciones del folclor colombiano y latinoaméricano con el sonido moderno del jazz", dijo Marta Gómez en la sala de colores de su apartamento, piso dos de una casa en North Bergen, New Jersey.
Desde entonces se han mantenido juntos, con Julio Santillán, Fernando Huergo y Franco Pinna, sobre todo con él. Tienen a una flautista rusa que es bella y talentosa, Yulia Musayelyan. Y están incorporando a Tovar, pianista argentino.
Al combo colombo-argentino-ruso lo venimos a conocer la noche del martes 23 de enero, esquina de la Calle 44 y octava, Manhattan: Birdland, uno esos templos del jazz de Nueva York.
Bar precioso con restaurante atrás, las mesas dispuestas frente al escenario, una tarima pequeña pero suficiente para esa noche. Tienen cien o más fotos blanco y negro de leyendas del jazz: Dizzy Gillespie, Miles Davis, Chick Corea, Michel Camilo, Tito Puente con Eddie Palmieri, en fin...
Marta Gómez y su grupo aparecieron de negro. Ella con una bufanda azul celeste, puro pastel. Y comenzó a cantar, y admitió la melancolía de su melodía y la nostalgia de sus letras.
Se notaba la armonía de esos músicos. Todos. Pero hay que decir de Franco Pinna. Que es un tipo de cara feliz, de barba y mirada suave. De manos sabias, percusionista y chef. Le rasca la espalda a un platillo que sonríe con la melodía suave de metal. Y luego descarga bongó con timba. Monta partes de batería de rock, un bongó en el centro, una tambora, las baquetas y los cepillos. Hace el ritmo justo, medido. El y Marta lideran la banda.
Su música es una samba, un vals peruano, un joropo, una cumbia, una trova, una rumba y los ha ido poseyendo un sonido urbano a lo Buenos Aires, Bostón y Nueva York.
Marta compone la mayoría de sus canciones. Le canta a un libro infantil de una paloma que equivoca su vuelo. Le canta al campo cafetero. A las manos de las mujeres. Y aunque a veces hace mucho hincapié en lo colombiano, mucho, ya le cantan a Basilio.
Basilio es una historia que escribe Marta dos semanas atrás, sobre los niños que trabajan en las minas de Bolivia. Ese tema, Basilio, es una gran pieza.
Marta ha ganado varios premios por sus composiciones. SIBL Project escogió su "Paula ausente" como la mejor canción de un escritor latinoamericano en el 2003. "Paula ausente" es dedicada a la dramática historia de la escritora Isabel Allende y su hija Paula.
Tienen trabajo gracias a la acogida del world music. No le molesta que la música comercial no le dé cabida, "hay mercado para todos, aunque debieran permitirle a la gente escuchar otras cosas. Se trata de que los medios de comunicación no están educando a la gente. En Nueva York no hay una sola emisora de world music, por ejemplo".
Está convencida de que el artista tiene que asumir responsabilidad social, "el micrófono es un poder que uno debe saber usar". Por eso siempre entre canciones habla de su país, de sus sobrinas, y se va por el cine, y le canta a la Madrid del atentado terrorista y a Basilio.
Eso sí, a sus 28 años no cocina y llora mucho.
Y cuando canta entra en trance y te corta a pedazos.
"Yo le canto al silencio. A ese silencio que existe entre cada palabra que sale de mi boca. Le canto al silencio, porque es allí donde se esconde mi voz, y la voz de quien no sabe o no puede cantar”, firma Marta.
Néstor Cristancho
Discografía
Marta Gómez (2001)
Solo es Vivir (2003)
Cantos de Agua Dulce (2004)
Entre Cada Palabra (2006)
Para más información, visite: www.martagomez.com
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