La dificultad del asana

(Thom Glick)
La discípula se amargaba porque los chicos de la barriada ejecutaban con gran facilidad los más complicados asanas del yoga que ella ni se atrevía a intentar. 

Aquellos pillos caminaban de manos, o se quedaban ahí quietecitos -Adho Mukha (parada de manos). O de cabeza -Shirshasana. O se torcían en arco -Dhanurasana.  Y la discípula deprimida en Savasana.

Fue donde su maestro y le preguntó qué pasaba.

-Esos pillos ni siquiera se esfuerzan. Son una pandilla de bandidos que más que bien al prójimo esperan a ver de quién sacan provecho.

-¡Jum! -Empezó al maestro con una sonrisa. -Recordarás aquello de la inutilidad de andarte comparando con otros.  Pero ya que lo propones. Veamos el asunto.

Se sirvió un té y mantuvo la sonrisa cariñosa hacia la molesta discípula.

-Con aquellos mozuelos la única diferencia es que tú has definido un camino, buscar sabiduría. Para lograrlo, habrás de domar esa soberbia con que comparas y juzgas, y que te impide el pleno dominio de tu cuerpo. 

La discípula se mantuvo en silencio dilucidando mientras el maestro tomó un sorbo de té. El gurú insistió.

-Solo con humildad dominarás aquella plenitud en el manejo de tu cuerpo que no alcanzas con la disciplina.

Ante el silencio y quietud que mantenía la joven discípula, el maestro tomó otro sorbo con parsimonia. Aproximó la taza y con suavidad la puso sobre el plato en la mesa. Se limpió las manos con el pañuelo y, de repente: ¡PLAF!

El sonido de las palmas despabiló a la discípula que le miró inquieta.

-¿Qué esperas? -Preguntó el maestro.- Callad esa mente, anda y esfuérzate. Mañana aquellos pilluelos podrán ser los maestros y estar en el circo. Mañana tú podrás ser la maestra o estar en el circo. 

NC

Septiembre 9, 2019

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