El cuaderno rojo



Me han llamado de la escuela porque te escapaste con un par de amigos a tomar desayuno en McDonalds.
No me sorprendió tanto que te volaras como que fueras a McDonalds.
En fin. Hoy me llamó la profesora de Ciencias a decirme: “Su hijo me sabotea la clase”, con la palabreja que se ajuste en inglés.
En un par de semanas cumplirás 13 años. Las puertas de la adolescencia se abren en tu camino.
Acabamos de vivir casi dos semanas juntos y te supe a popo.

Comportamiento perfectamente entendible. Ha llegado la rebeldía, el inconformismo a esta etapa de tu vida. Es más, lo que tenemos aquí no es nada más que las primeras señales de la adolescencia.
Para algunos adolescentes se trata de odiarlo todo. Empezando por los padres, siguiendo con otros integrantes de la familia; pasando por los maestros; las autoridades; los adultos; etcétera.
¿Maneras de manifestar esa rebeldía? Pues las que haya visto y aprendido en su casa. Y las que copie de sus afines; o sea, de sus amigos.

¿De dónde le viene tan tremenda ira al adolescente? Pues es propio de la cantidad de energía, de bríos que tiene. Estos hijos jóvenes de la energía están exuberantes; están ansiosos; necesitan quemar energía cuanto antes. Por eso ir contra el sistema, contra la corriente es tan productivo, pues ahí se quema bastante energía.

Hablaba con Samantha de las formas en que los jóvenes pueden utilizar este momento. En su caso, se adhirió a un malandraje nivel 3 ó 4; contando que habrá niveles de pesadilla en los que por fortuna no incurrió. Aunque casi, y llevó varios sustos. Como quiera, este tipo de quemadera de energía se caracteriza por ser destructivo.
“Eramos bastante destructivos”, recuerda ella afirmada en historias de vandalismo.

El otro camino que le queda al adolescente es la creatividad para desbordar energía.
Así fue como en el camino a Samantha y compañía se les aparece un Salver “salvador”. Un muchacho cuatro años mayor, más bien tipo nerdo (sin agresiones hermano mio; pertenecí a tu corriente); de gafas gruesas y pelo desordenado y dedicado a escribir y a hacer teatro. Y por ahí, otra puerta…

Para mi escribir es un ejercicio tipo yoga para las buenas articulaciones de la mente. El mio fue caso tal. No recuerdo ni la edad ni el tamaño que tenía cuando descubrí el cuaderno de fólder rojo con dibujos y textos de fútbol de mi papá. Mi mamá lo atesoró por años hasta que el viejo le supo a salvaje cavernícola, pues pese a que la magia le toco la puerta de las letras y la creatividad, a mi pobre viejo le ganó el caos de la mente. Pero en mi sembró un montón de magia, y vengo aquí a “Cabalar” después de tomarme un té con la Rapolla.

A mi no me tocó ser el adolescente destructor, ni problemático, ni nada de esos acontecimientos que podrían llamar más la atención.
Mi caso fue de jugar fútbol en un potrero gigantesco. “El Potrero” era justo el backyard de mi casa. No por nuestro, sino que crecí en un pueblo campesino donde si ahí estaban las cosas pues se usaban. El Potrero fue usado para mil millones de juegos, especialmente fútbol. Había vacas que pastaban ahí, y que lo miraban a uno mal si se atrevía demasiado. Recuerdo otro niño que se puso de guapo y se llevó su cornada… Ughhhh… Así quemaba yo energía…
Luego mi papá trajo a la casa una máquina de escribir. Eso fue para mi como la llegada de un tesoro. Era una Olivetti azul claro, de un cuerpo elegante que me enamoró a primera vista. Tampoco recuerdo la edad en que me tocó conocerla.
Pero si recuerdo que mi papá tenía un escritorio gigantesco; al que le pasaba la llave y todo eso ahí adentro era un misterio. Hasta la Olivetti.
Y si de hablar de aventuras, pues la mía fue vandalizar el escritorio de mi padre. Y cuando me quedaba solo en la casa lograba abrirlo y voalá! La Olivetti. Claro, por accidente también me tocó descubrir las primeras revistas de mujeres desnudas que mi papá mantenía bajo la llave del escritorio gigante.

Así comenzó mi episodio con este ejercicio de escribir que todavía hago.
Y entre el tipeo en la Olivetti y los partidos de fútbol en el potrero, más la magia de ese campo llamado Suba donde crecí con vacas, eucaliptos, lagunas y sapos; pues mi adolescencia fue más bien simple. Sin historias de rebeldía ni estridencia.
Para el cuento serán aburridorsísimas, pero evidencia del otro camino adolescente.

Así pues, a Samantha la conocían como una bruja, no solo por las endiabladas travesuras, sino porque leía todo tipo de libros relacionados con las ciencias estas, tarot, astrología y otros tales. Y el día que Solanyi le dijo a Salver que le presentaría una bruja, el hombre se entusiasmó a golpearle la puerta y todavía se acuerda que, en verdad, la muchacha parecía una bruja con su pelo tipo rascacielo.
Y con Salver empezó una época de teatro, letras y charlas animadísimas que fueron transportando a estos adolescentes del camino de la destrucción a canalizarse a rutas creativas.

Pues con mi hijo me está llegando la hora.

¿Táctica a seguir? Go with the flow”, dice ese maestro hermoso que me regaló la vida, Paul Merino, de 65, con tres hijas y cuatro nietas…
Ahora bien, dice él, “cuando preguntan, a mis nietas les digo siempre: ‘tu padre podrá decirte cualquier cosa. Tu madre, tu abuela, yo, tu profesor; cualquier cosa. Pero al final tú serás quien tome la decisión. Esa es tu libertad. Tu responsabilidad será aprender que todo acto, toda decisión, tiene sus consecuencias. Que todo lo que hagas tendrá un resultado, y tendrás que estar dispuesta a asumirlo”.
“Claro –sigue Paul- ahí unas jerarquías que le permiten al adulto, al padre, al abuelo guiar el camino de las buenas decisiones. Pero ahí se debe aplicar una regla básica: Alguien tiene que ser el jefe. Los adultos deben establecer jerarquías. Así mismo les digo a mis nietas; y a mis hijas se los dije siempre: ‘en ese terreno de la libertad tienes opciones para escoger. Y habrá desacuerdos insalvables entre tú y yo. Y la forma en que los resolveremos es que al final; el jefe soy yo”, y se ríe el viejo hermoso…

Ahora recuerdo lo de las jerarquías del lobo; y la manada que lo sigue. Y aprovecho para cerrar con la meditación de Alberto del pasado domingo, que la cuento en palabras de Samantha: “Solemos recordar el pasado estancados en los sufrimientos. Cuándo usaremos el pasado para nutrirnos de buenas historias que nos hagan crecer en el presente…”

Salud hijo mio… Felices 13.


NC
North Bergen, NJ Octubre 2010

1 comment:

Anonymous said...

me lo disfrute impresionantemente...mucho amor en tus palabras..recuerdo cuando mi hijo cumplio 11..a el se le adelanto la adolescencia.. ha sido un viaje espectacular.. y ademas creci muy cerca a suba...me encanta la conexion.. :)...gracias ""BELLO"" :)