Empieza por consumir a un ser humano y se extiende como una epidemia.
La ira consume a un individuo en segundos. Empieza por una simpleza, una idea básica, una molestia cualquiera, por alguien, por algo, porque el reloj no sonó, porque aquel no nos dejó pasar primero, porque tu hijo no te hizo caso al "no"... Y la bola de nieve empieza a rodar...
Sin ayuda, y ciego de consciencia, este individuo atrae a otro ser en sufrimiento y crían hijos de su sufrimiento y les enseñan a vivir en la ira.
Con el tiempo se reproducen comunidades.
Hay pueblos enteros que se acostumbran a ese sufrimiento, y su acontecimiento diario es la ira. La razón los bautiza y los llama “guetos”.
Si entras a una comunidad en ira, y aún te atreves y exploras, estarás sometido a prueba constante.
Aún entre esos infiernos, aparecen flores coloridas. Hay sol pleno. Hay esperanza.
Mi compañera y yo decidimos mudarnos a una zona de ira en junio pasado. No sabíamos qué nos había traído aquí. La basura en la calle, los gritos, los insultos que se intercambian tan fácil, los arrestos diarios, las balaceras, los drogadictos, los alcohólicos, los jóvenes hijos de ese sufrimiento, y por tanto presos de ira…
Los presos que han terminado sus sentencias son liberados en estas calles; abren las puertas de camiones y los sueltan como perros bravos, y ellos se lanzan ansiosos. Imagino que habrá los que ya han hecho el análisis y calificarán semejante hecho como producto del “inconsciente social”. En esta sociedad, el primer síntoma de este dolor es la palabra “fuck”. Se ha convertido en un ente tan familiar que se usa como muletilla en otros idiomas, sin percatarse de los demonios que invoca en éste y los otros.
La ira me ha vencido varias veces en cuarenta años. He ido a la cárcel al menos en una ocasión por su causa. El asunto de la cárcel está muy asociado a la ira. El ser humano no ha encontrado otra forma de deshacerse de la ira.
En las últimas semanas estuve envuelto en escenas de ira. Consideraba que el caer sometido por la ira era algo ya superado. La vida vuelve y me enseña que hay que estar alerta –consciente- en cada instante. Cada monstruo, cada demonio que anda por ahí suelto está en mi. Hace unos días fui embestido por la ira tres veces, en tres días, muy, muy claras. Por fin vi la lección. Por fin entendí porqué he venido a esta comunidad de sufrimiento.
El camino de la ira no es otro que este sufrimiento, este dolor que veo a diario.
He venido a este lugar a entender que permitirse la ira es permitirse el infierno del sufrimiento. No quiero decir reprimirla, sino del ser consciente. Ese consciente que tiene un gran ejemplo en aquel Jesucristo de la Biblia, y que es la gran cuesta adonde la ira no llega: Siempre hay que estar alerta, y si la embestida de la ira es muy intensa, hay que estar dispuesto a poner la otra mejilla.
NC
Gráfico tomado del blog Desire by design Ministries
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