El Picado bogotano

Por Richard González

Cuando hablo del picado bogotano no me refiero al primero que se compró las Adidas tres tornillos en la época de los 80', ni al primero que llegó manejando un Mazda 323.

El picado del barrio era un acontecimiento popular, masivo, de todos los domingos y sin importar la lluvia o el clima de esa populosa capital, situada a 2.600 metros sobre el nivel del mar.

La cita estaba hecha, en cualquier parque ó callejón de la ciudad, se reunían todos los desprogramados de la cuadra para este mágico y particular encuentro: el partido de banquitas, también llamado ‘picado del barrio’.

Los participantes podían oscilar entre 3 ó 10, sin tener muy en cuenta sus habilidades deportivas. El cotejo iniciaba al rededor del medio día, después de que todos dormían la borrachera de la rumba del sábado. Los implementos eran básicos: un balón de microfútbol, comprado en cualquier tienda de deportes, bajo un programa de financiamiento criollo denominado 'la vaca’, donde todos aportan para la compra de la pelota; y si los recursos lo permiten, la fabricación de un par de arcos, elaborados en buena madera y costal de arroz; de lo contrario un par de ladrillos a cada lado eran suficientes. La calle queda cerrada por las dos puntas, hasta que el picado termine; y no se permite el paso de ningún vehículo, a menos que sea familiar de los jugadores. El agua estaba siempre a la mano, botellas plásticas de dos litros llenas de agua de la llave, preparadas y refrigeradas desde la noche anterior, y de vez en cuando el alma caritativa de alguna de las vecinas, que se hacía presente con su jarra plástica llena de limonada natural.

El tiempo del encuentro no estaba determinado por reloj; se juega a seis goles, lo cual puede prolongarse hasta cuatro horas ó más, dependiendo del estado físico de los participantes. Las normas eran sencillas: cuando alguien decía 'carro' se suspendía el juego hasta que el campo quedaba despejado. Si se decía bola negra, quería decir que la pelota se encontraba debajo de un carro; o entre las celosamente cuidadas rosas de doña Carmen. Después de todo y sin importar el ganador, el encuentro deportivo culminaba en la tienda, con buen numero de cervezas, botellas de aguardiente, trozos de salchichón, y los incisivos comentarios del desempeño en la cancha.

Así todos esperan con ansia la llegada del próximo picado bogotano. Nos vemos el domingo.

MAX.

2 comments:

lamoscafly said...

veame, me le movi, tome, esa es, hagame grande, démela y le doy un hijo, me fui, chiquita, palomeros no, falta, falta sopa. El que gane paga la litro, al gol se quitan la camiseta. Pico y pala para definir los dos equipos. baje, marica. El mosco es un rabón.

Anonymous said...

Muy bacano. Y bacanisimo lamoscafly...

Nestor