Las putas del cupé
Texto y fotos: Néstor Cristancho
El atraco a mano armada empezó como a la media noche de ese viernes.
Todo por recoger dos putas que me sacaron la mano para que les parara el autito.
Minifaldas, flacas, jovencitas y paisas. ¡Me apunto! Y detuve el vehículo a un lado del centro comercial San Diego de Medellín.
Ahí comenzó esta otra historia de putas.
Yo trabajaba para un noticiero de televisión de Bogotá, NTC, hacía reportes el fin de semana y la empresa pagaba la renta del cupé en que se movilizaba el equipo, que además del suscrito, integraban un cámara, un asistente de cámara y un conductor.
Y yo, de porfiado, como cada que podía me salí a viernes de cupé. Por cierto, el carruaje éste se lo rentaba al noticiero una modelo azabache amante mía.
Como quiera, ése era un viernes de buena vida, como me pasaba de lunes a lunes.
Primero me fui a Envigado a divertirme con un par de hermanitas que se les notaba la afinidad familiar por la cirugía de las tetas, que las había dejado igual de abultadas y expuestas.
Pero como no me dieron ni la hora, iba aburrido por la autopista y decidí hacer un cruce por la zona del centro comercial San Diego, que uno ya sabe que es lugar frecuente de putas.
¡Hombres!
Yo que detengo el autito rojo y un tipo que me califica de “gonorrea hijueputa te voy a matar”, y me pone un revólver en la sien y yo que “tranquilo hermano”, y voy obedeciendo juiciocito.
Los tipos nos hacen subir a las viejas y a mí a la parte de atrás, ellos dos adelante. Y yo, en medio del susto y de las ofensas de mis atracadores, pues no tuve más remedio que, como decía una de esas poetisas enamoradas mías, le miré el lado positivo al asunto.
Y el primer positivo fue pasar manos por esos muslotes que me ofrecía situación tan inhóspita; y como las dueñas no reclamaban, pues continué bien discreto no se fueran a dar cuenta mis hampones y me salieran con que como así que lo estamos robando y se nos está gozando las viejas esta gonorrea.
Eso hasta que calles más allá los tipos hacen bajar a las féminas y ahora si hijueputa va a ver lo que le toca, malparido. Y bien calladito y con los ojos al piso, no me ande mirando porque le abro el tercer ojo de un plomazo hijueputa.
Yo preferí no polemizar, conservé el silencio y hacía caso.
-Pase todo pues hijueputa. Me va dejando limpios los bolsillos.
Y a la vez abrían la guantera, y esculcaban sin ningún cuidado el cupé de mi amante azabache, y yo apenado con ella, con el noticiero y con la humanidad civilizada y religiosa que condena este tipo de situaciones.
Me quitaron el celular, los papeles, me pidieron la clave de la tarjeta del banco, que no vaya a dárselas de vivo con nosotros gonorrea que le metemos su pepazo de una.
Y revisando los documentos se dan cuenta de que hay una acreditación que dice “Prensa, NTC”.
-Ahhhhh… ¿Pero es que esta gonorrea es de la prensa o qué?
-Pues hermano, sí.
-Yo no soy hermano suyo hijueputa. ¿Y qué, andaba levantando puticas por ahí gonorrea?
-Pues yo ni siquiera soy de esta ciudad. Estoy trabajando aquí por contrato temporal, y este carro ni siquiera es mío. Lo renta el noticiero para el que trabajo.
-Las gonorreas estas dizque de… NTC. Todos ustedes son unos hijueputas mentirosos. Del lado de todos los malparidos esos que apestan.
-En eso estamos de acuerdo. También me ha empezado a apestar toda esta mierda.
Entonces comenzamos a hablar. De la miseria y las mentiras que nos dicen para aplacar la miseria. De caminos parecidos, del rebusque.
-Hagamos una cosa. Ya les dije que ni soy de aquí y nada de esto es mío. No sé en qué tipo de problema me meteré por este puto carro, pero me vale mierda. Quédense con todas esas cosas pero caminen nos tomamos unos tragos. Yo invito con esa tarjeta de crédito.
-Qué le pasa a esta gonorrea le voy a meter un tiro ya si no se calla hijueputa, malparido.
Y cuando el tipo me iba a tirar un golpe con la pistola, el que va manejando el cupé le atraviesa la mano y le dice: “Tranquilo parce. Vamos a escuchar a este man a ver qué discurso tiene”.
Y seguimos hablando de la mierda de la policía de Medellín, corrupta toda. Que los jefes de las bandas o los que se quedan con el mayor billete de los robos son los polochos. Que esa sí que es la mafia.
Yo les digo que en Bogotá pasa igual. Aunque agrego que no lo sé con el conocimiento de causa que ellos sí deben saber.
-¿Quiere pruebas parce?
Y me llevan a las zonas donde están protegidos por la policía. Me muestra a los policías en las motos. Se lamentan y me lamento de no tener una cámara. Nos adentramos por la Floresta y una urbanización donde parquean los carros que van robando en la noche. Y me muestra cuáles son. Hasta que en una de esas le hacen señas unos tipos en la calle y a mí la solitaria se me muere de infarto cuando veo tremenda tropa de maleantes en la calle y haciendo que se detenga nuestro cupé.
-No diga ni mierda. Yo voy a decir que usted es un parce de la familia y que está de visita. Quieto ahí no se me ponga mosca guevón.
Y nos detenemos. Los tipos se saludan y el que está afuera me echa una mirada como de quién hijueputa sos vos, y, de hecho, ése es su acto seguido:
-¿Y esta pinta qué?
Mi hampón le dice que tranquilo, que del combo. Y luego el otro tipo que “y este carro qué”, y ahí se van comunicando en su jerga y se muestran el producido de joyas y relojes de la noche y pues todo bien parce. Pilas por ahí. Nos miramos más tarde.
Cuando llegamos al bar amanecedero donde nos ibamos a beber los tragos que yo invitaba, salió un tipo que dijo que ya cerramos. Y qué por qué. Y el tipo que ni mierda, esto se calentó por aquí. Abranse hijueputas.
Y nos abrimos hasta parar en un “estanco”. Los tipos no me dejaron pagar. Compraron un botello de brandi. Y a beber, acelerar el cupé, joder putas y hablar mierda.
Como a eso de las seis de la mañana ya borracho, vueltos mierda, le pasamos por la casa a mi pana Eddie Banoy, como para que quedara la evidencia fehaciente de esta historia. El buenazo de Eddie se asomó a la ventana dormido todavía, miró a “los manes” y me mandó pa’ la mierda. “Déjeme dormir pues marica”.
Y seguimos de ronda hasta que amanecimos en la casa de mis atracadores, en pleno barrrio Buenos Aires, centro de Medellín. Me quedé dormido de agotamiento, aunque desperté como a las diez con la responsabilidad que tenía que irme a Guatapé ese sábado a cubrir no sé que evento deportivo para el noticiero.
Pues me paré. Cogí mis cosas, que ya me las habían devuelto todas, hasta el mínimo centavo. Y tomé las llaves del cupé.
Uno de mis malhechores abrió los ojos. Sonrió abrazado a su jeva, y me hizo gesto de “nos vemos gonorrea”.
Yo le devolví el gesto como pude. Salí de esa casa en la miseria. Me subí al cupé. Lo encendí. Bajé de afán hasta donde ya se veía gente y tumulto familiar. Y metí un suspiro de tal alivio que todavía me acuerdo.
Ufffffff…
Y lo más jodido de todo, es que con tamaña experiencia de putas, y todavía no había cogido escarmiento. Hasta que me pasó lo que me pasó en New York.
Después les cuento.
NC
Medellín, 1999
Nueva York, 2008
4 comments:
Tremendo solle de relato. Pa' cuando el libro de crónicas pues?
Su colega de su guía,
Juancho
MUCHACHO LOCO, ESA VIDA NOCTURNA COMO GUSTA Y LLAMA ESE PELIGRO DE LAS NOCHES BOGOTANAS Y OTRAS CIUDADES YO TAMBIEN FUI PERRO CALLEJERO NOCTAMBULO LOCO,SOLITARIO Y BUSCANENAS
PELIGROSAS, PERO SIEMPRE MI ARCANGEL NUNCA ME ABANDONO...OJALA NUNCA ME ABANDONE.,,,CREO AHORA SOY UN BUEN SER JUICIOSO Y CAMELLADOR...PACHO L.A
Me gustan estos cuenticos de putas y malevos.
Buen blog.
Mera Xinva de Relatooo
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