La Montaña del Mono

Después de veintitantos años de seguir las pistas más complicadas, por fin han sido descubiertos los responsables del robo de algebras Baldor de los anaqueles del colegio Ateneo del Minuto de Dios de Bogotá.

Y lo peor de todo, lo que hace rasgar las vestiduras a nuestros monjes de la orden de San Juan Eudes del reverendísimo Rafael García Herreros, es que las algebras terminaban en las históricas casetas de música de la Calle 19, intercambiadas por discos de The Rolling Stones, The Beatles, Led Zeppellin, Pink Floyd, entre otros…

Todo el misterio se vino a dilucidar en zona montañosa del estado de New York, a casi dos horas de New York City.

El agudo olfato de Bronco señalaba a alias ‘El Mono’. Se sabía que en su alejada finca de High Falls tenía una caleta con vinilos tipo colección por la música y por las carátulas que hicieron historia por el arte gráfico, las fotos, el movimiento y todo tipo de Physical Graffiti’s del rock de los 70s.

A Pacho paredes, quien ha sido identificado antes por pertenecer a la banda del Club de la Cabala de New Jersey, se le escuchó el siguiente testimonio: “Uiii viejo Mono, póngase este del concierto de Bangladesh de George Harrison… Aquí está el maestro de la citara, Ravi Shankar…”

Así que de una caja anaranjada gastada por el uso, con la fotico de un famélico niño negro, salió una de las joyas que sonarían imparables en el tocadiscos del Mono.

Y si los discos y el tocadiscos son antigüedades sacadas de otra era, no hay que dejar de mencionar La Cueva.

La Cueva es el ático que este tal Mono ha fabricado en el segundo piso de su escondite en la montaña. Es una especie de bar rockero, íntimo, cálido y frenético adonde solo las ‘llaverías’ suben a perderse más allá del bosque.

Aunque a Pacho Paredes se le ha de haber oído con su armónica en el riachuelo congelado, entre venados, coyotes y demás fauna Up State New York.

También retumbó el teclado y la batería armada con trípodes de cámara… Porque si bien ‘La Cueva’ sirve de escenario para las felonías del tal Mono y sus cómplices, también sirve para el ensayo experimental de Sebastián, Juliette y sus amigos. Aunque la ‘Juyis’ se dedica más a seguir las huellas pictóricas de la madre.

Sebastián tiene 7 años, es el hijo mayor de ‘El Mono’. Es callado, pausado, alegre y tranquilo. Pero a la hora de descargar en la batería que le hizo el papá, olvídate… En la ocasión que relatamos lo acompañó Salvador Cristancho, de 9 años, mirada rápida y lanzamientos permanentes por la nieve que sirve de tapete a la montaña del Mono.

Sí. Nos perdimos tres noches y dos días en la montaña del Mono, o Germán Meneses para que lo reconozcan los padres.

Se nos olvidó el tiempo, la distancia, de pronto era el rock, las historias del Minuto de Dios, de la tubería y el río adonde se juntaban a echar humo, de la iglesia redonda, de las fotos con la gente que más quiere, de su Jenri que por ahora le duele por ausente, del Rafa, de Guarín y el Filo, de escenarios jugados (en Bogotá dizque hay un evento muy famoso, ‘Drug al Parque’).

No se sabe cómo aparecimos aquí, en el otra vez. Seguro fue Diana que nos descifró en segundos con su juego de pinturas, después de haber escondido los Parliament para preservar a su Mono.

Esta bien capitán Nirvana, Montaña del Mono. Bosque maestro. Hasta la primavera en La Cueva. ¿O quién sabe?

Texto y fotos: Néstor Cristancho




7 comments:

Anonymous said...

La montaña mágica...
Este maravilloso lugar tiene una energia tan intensa que nos invita a hacer retrospeccion, a compartir quienes somos tal cual somos, sin armaduras, llegas alli y la montanha tal cual magia de thomas mann, te desnuda y te deja desprovisto de cualquier investidura...
En el transcurso del tiempo que pasamos alli, hablamos de nosotros y de lo que nos rodea, de la vida y la muerte, los amigos, el amor y el desamor...
En esta oportunidad, me toco a mi elevar mi conciencia relacionandome con los otros a traves del juego...del juego del vivir y el compartir...abriendo mi corazon a nuevas experiencias y llevandome un pedacito del corazon de cada una de las personas que alli estuvieron...
Infinitas gracias a German y a Diana por abrirnos las puertas de su casa y dejarnos entrar en sus corazones...

"Sabemos perfectamente que la inserción de nuevas costumbres es el único medio del que disponemos para mantenernos vivos, para refrescar nuestra percepción del tiempo, para obtener en definitiva, un rejuvenecimiento, una confirmación, una mayor lentitud de nuestra experiencia del tiempo y, por ello, la renovación de nuestro sentimiento de la vida en general." (La Montaña Mágica, Thomas Mann)

Anonymous said...

Era un mozuelo, rapaz y calambroso, se dice, cuando le vi por vez primera andaba con el guarín a diestra y el guajiro a siniestra, venía con un bulto de libros debajo l'brazo y un pimpinelo de bufanda -a juego con el uniforme del ateneo- que movia la cabeza con desesperación. Se había consumado el golpe, después vinieron Judas, Sabath, Metallica y el viejo eddie riendo entre los restos del fin del mundo
Phil

Anonymous said...

Grrrr... Demasiada gente y pocos huesos...

Bronco

Anonymous said...

So glad to have shared the time and weekend with all of you. Come back in the summer for more fun.

I already have an idea for a summer event.

Oscar Guarín Martínez said...

Ah, Viejo G, cuantos libros fueron? Sé que si fueron muchos discos. Eran los tiempos de la MSK FEA, aquella que reposa en un baul lleno de cassettes y de memorias de viva voz.
Me alegra verlos felices y contentos entre la nieve, como en un video de HELP. !La vida hippie que se merecen mis drogos...¡

Anonymous said...

En la montana se encuentra lo que se nos olvida en la ciudad lo frajiles que somos la grandeza , un pedazo de estrella fugaz llamado planeta tierra donde vivmos mirando mas hacia el suelo que hacia el cielo. gracias por ser parte de el firmemento iluninado destellando luz.
Elmono patorojo ojos delagarto elpor esos mundos

lamoscafly said...

Miércoles en la mañana, día nublado y algo frío. !Germaaaan, es Oscar". Sigo a la sala, me siento en ese espacio abierto a esperar al Mono. Las porcelanas se han congelado. Si alguien abriera mi mochila, estaria perdido. No hay marcha atrás.
Una hora antes: ya regreso, voy a estudiar donde el mono. La mochila cae desde el segundo piso para no despertar sospechas.
"Quiubo mono". No hay tiempo, el viaje al centro es largo. Una hora despuès: tierra firme, una hilera de casetas azules se asoman en la 19. "Deme siete mil por todo". Todo acabo. Hoy hay roscón con Coca Cola, cigarros importados y un nuevo acetato.
Ese mono es especial. Se le ve en los ojos, en la esposa, en los hijos, en los amigos.
Posdata. Mis respetos por el cronista y fotografo.