Desde la ventana del taxi

Entre Grant y Fairview Avenue todos los días hay un alboroto de aves.
Sucede cuando han pasado las nueve y veinte de la mañana y aparece un hombre de negro.
Tendrá 40 años. Bien afeitado. Corte corto, regular. Siempre la misma chaqueta, imitación de cuero. Sus guantes de cuero, pantalón negro, zapatos de suela. A través de sus lentes se alcanza a apreciar que sus ojos rastrean el cielo. Tiene la constante mueca, firme, de una sonrisa suave.
Docenas de aves descienden de un edificio de veinte pisos, la única construcción alta del área. Las aves descienden de los pocos árboles que brotan de las aceras de asfalto. Descienden de los cables de la red eléctrica.
Las más osadas son las palomas que rodean y saltan sobre el hombre de negro sin temor alguno. El entusiasmo de las palomas es una fiesta, las palomas sonríen emocionadas.
El hombre abre uno de dos maletines negros, y saca una bolsa de alpiste que les ofrece a sus aves.
Después de haberles regado en el asfalto una buena porción, se retira a prudente distancia. Observa hacia arriba, al cielo, al edificio alto. Observa. Cuántas más aves se asoman y deciden descender, el hombre se aproxima al emplumado festín y ofrece más granos. Ni los gorriones se intimidan con su lento paso.
Satisfecho se va con la misma inmutable sonrisa firme. Espera y toma un autobús rumbo oeste.

NC
NJ, Invierno
29 de enero 2009

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