Carta de José Darío Antequera

Yo me quiero imaginar hoy en la calle, porque en la casa no se me oyen los gritos y los silencios de indignación. Me quiero ver caminando, usando mi cuerpo como instrumento, un tambor, un pito, porque ya no me soporto a mí mismo indiferente, como si lo que pasara no fuera conmigo, como si no importara lo que yo puedo hacer, decir y pensar.

¿Marchar el 6 de marzo? Por supuesto, se trata de un acto de dignidad. Contra el silencio por los crímenes de los paramilitares. Contra ese capítulo de nuestra corrupción y nuestra barbarie que es la llamada para- política.

También contra la indiferencia social ante lo que nos pasa, ante los actos que son tan bárbaros que nos afectan a todos y todas, como humanidad, pero que no siempre nos producen el mismo efecto, porque no siempre nos los muestran de la misma manera.

Se trata de un reclamo por la verdad, porque sé que en Colombia hay crímenes de Estado, los viví cuando era niño, me arrebataron a mi padre. Ni para él, ni para los miles de asesinados pertenecientes a la Unión Patriótica, ni para los campesinos, negros, indígenas, opositores políticos y sindicalistas, ni para la mayoría de quienes han sufrido vulneraciones a sus derechos humanos ha habido justicia; por lo menos mi voz será parte del reconocimiento que nos debemos.

Se trata de un acto de valentía o de locura, según quién lo mire, porque saldré a la calle aún cuando desde el poder me quieran confundir con un delincuente, por pensar distinto, como siempre. Saldré a repudiar todas las formas de violencia presentes, resaltando la violencia paramilitar, porque sé que no es cierto eso de que el paramilitarismo se acabó, y porque es urgente que cesen en nuestro país las masacres, los desplazamientos, los genocidios, los secuestros, el control social desde el miedo, el futuro negado para los niños y las niñas.

Los argumentos son tan claros que parecen llenos de obviedades. Sin embargo, en este camino hemos tenido que hacer frente a estigmatizaciones y hemos visto a muchas personas aún indiferentes ante la situación de las víctimas que queremos hacer visible. Durante años se han justificado en Colombia muchos crímenes y su impunidad; por la opinión política distinta, por la condición sexual, cultural o de género, entre otras. Como jóvenes se nos ha ocultado la historia o se nos ha mostrado parcializada, y sobre esas circunstancias es que nos proponen esos juegos de los ciegos o los cíclopes ante la realidad de nuestro país. Los juegos hace ya tiempo que los venimos entendiendo, ya no los queremos nuestros para poder jugar en serio a participar de la construcción de un futuro distinto, del fin de nuestra tragedia presente.

La marcha del 6 de marzo implicará un merecido homenaje a las víctimas del paramilitarismo y de los crímenes de Estado. Por los desaparecidos, por los desplazados, por los asesinados, afirmaremos los derechos de las víctimas, pero también la posibilidad de que a través de su memoria, comprendamos que el problema de las violaciones a los derechos humanos no es exclusivo de quienes las han sufrido directamente. Es nuestro país, es nuestro pasado, presente y futuro, es nuestra democracia, es nuestra justicia, somos nosotros mismos.

José Darío Antequera

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