Memoria de burdeles Capítulo 2


El burdel de La 13

Texto y fotos Néstor Cristancho

El primer burdel en el que trabajé estaba en la Calle Veintidós entre Caracas y Carrera Trece, la que era más recomendable transitar porque ahí robaban los ‘choros’ protegidos por la policía y por lo menos las putas de la calle estaban vestidas y se quedaban en las puertas de las residencias de cinco mil pesos el polvo, donde le daban a uno papel higiénico y máximo diez minutos.

En la Caracas el atraco garantizaba puñalada y las putas te seducían desnudas, oliendo a semen y con tacón de puntilla en la mano.

Yo no tendría más que veinte años y necesitaba trabajo para pagarme la carrera de mentiroso e hipócrita, a lo que en Colombia llaman “Comunicación Social y Periodismo”, así que miraba los clasificados con la esperanza de no encontrar nada y excusar al divino ocio.

Hasta que encontré Las Palmas, ahí en la Veintidós abajo de la Trece: “Se necesita discómano”. Como yo me hacía mis propias fiestas de salsa, me fui con el clasificado en la mano y sin mayor idea de qué se trataba pero con la esperanza de resultar discómano. Me recibió Miguel Pérez, el dueño, que siempre andaba de corbata y mujeres. Me mostró el lugar, un antro de mala muerte, de luces rojas y verdes, de olor a cansancio sexual.

Y las vi a ellas. En sus trajes de baño, tacones altos, perfumes baratos y vistazo siniestro. La más joven era Jennifer. No tendría ni veinte años así que fue la primera en lanzarme sus ojos negros.

-Eso sí, ¡aquí no se me puede andar comiendo las viejas!

Con su sentencia, Don Miguel me aclaró que no le gustaba contratar tipos jóvenes porque sus putas le empezaban a armar líos. El viejo sabía por diablo y por viejo. Pero que haría una excepción porque el negocio se le estaba jodiendo. No tengo cálculo de cuántas veces le rompí la promesa.

De todas formas, estas putas se daban su ‘caché; porque la vejez del abuso todavía no se les notaba y les permitía no trabajar en la calle. Aunque la mayoría de esas damas asustaban con un despunte de sol.

Las Palmas tenía tres pisos. Bar y restaurante en el primero. Vasos sucios y brandy espeso. Las mujeres no podían bajar ahí en traje de baño, a la policía no le gustaba llegar a putear y ver a sus putas desvestidas. La moral mis tenientes, primero la moral.

En el segundo, un salón largo de sillas mullidas en tapicería y carpintería de venga y resuelva. Ahí me pusieron dos tocadiscos, un mezclador y unos altavoces que aullaban. Manejaba las luces con un sistema artesanal que se inventó un electricista al que Don Miguel le pagaba con sus especies. Qué será de ese Pedro…

Al Tercer piso no se subía nada más que en caso necesario. Por lo que el tipo lo prohibía. Así que cuando el dueño no estaba, todo el mundo se subía al Tercero. A mi me gustó ese piso. Era amplio, tenía buena pista con esa iluminación sicodélica tan propia de burdel. Pero es que, además, ahí estaba la verdadera cabina de sonido. Era un cuarto miniatura con mejores tocadiscos, mejor mezclador y una cantidad de discos que yo no conocía.

Ahí conocí más salsa que la que ponían en la radio o que mis tíos dejaban en la casa en discos de 45 RPM. Había unos discos de Toto, Steward, Jim Morrison y de Queens, que entonces yo ni sabía que existían. Domingos, lunes y martes me la pasaba escuchando música en esa cabina. De vez en cuando me subía alguna discípula y hacíamos qué fiestas en ese cuartito.

Y en las noches largas, con todos los viejitos borrachos, los conductores de bus, los vendedores de lotería, los campesinos de vereda, los burros con plata, el proletariado en resumen, dejaba de poner las tan amadas cumbias, vallenato y rancheras y combinaba a La Dicupé con la Rapsodia de Mercury. Y se me subía ese viejo loco del Pérez y me metía unos insultos que no bajaban de “hijueputa bruto, qué hace, maricón. Cambie esa mierda o lo sacó de ahí a patadas”. Y el viejo colorado de la ira. Hasta que un día me hizo quitar ‘La Boda de Ella’ y un viejito barranquillero quería entrar a plomo a todo el burdel, empezando por el discómano.

Así que el viejo Pérez ya no era más el don. El Don era yo. Y así fueron llegando muchachitos ‘cocacolos’ a gastarse la plata que le habían robado al papá proletario y hasta hicieron presencia los ejecutivos de Telecom, la empresa de telecomunicaciones de ese país dirigido por analfabetas electos por analfabetas.

Ya no nos bajamos del tercer piso. A no ser que el negocio se pusiera muy malo porque en aquella esquina encendieron a plomo a los ‘jíbaros’ y se anunciaba un ajuste de cuentas con la policía que se encojonaba porque le dañaban los ‘bisnes’. Los policías lo detenían a uno en la madrugada para requisarlo a ver cuánto basuco cargaba, y si este paciente no llevaba nada, le ofrecían, “vaya suba a esa esquina y cómprele a fulano”. Desde las ventanas del tercer piso, vimos recoger a varios de esos fulanos fusilados en La Trece. Desde La Caracas solo se oían tiros. Qué belleza de ciudad.

¿Y de las putas qué? Preguntarán ustedes. De las putas escribo en la próxima, y cómo del tercer piso de La Trece ascendí por La Décima, La 48 y a La 78 de Porky’s.

Para llegar a las diosas Go-Go de New York hace falta terreno, y porque ahí ya no ejercí de discómano, fue a mí al que hicieron ver música.

NC
Nueva York, 2008

2 comments:

Anonymous said...

Las puti-crónicas están del putas...nunca mejor dicho, p'leer y releer, espero la próxima entrega con ganas...

Anonymous said...

le mone
De chapinero a la trece, del Chico a la Soledad, en el cuartel putas pa mis soldados, de jornalero coje cafe estan,de gira y en pueblos perdidos con "zona roja" pasando el puente sobre aguas lentas y turbulentas se encuetran las luces rojas en medio de la noche clara, calentanos juntando lo del dia, guaro, machete y pa donde las fufurufas. hay en el monte de venus el alto del chocho.miles de millas en desierto de nevada, ciudad de putas, Amsterdam putas de vitrina putas y putos "liberales" y conservadores. punk misticos falsos profetas, heroes caidos de la borrachera de las putas, fiebre de putas piqinagonorrreasida, golpeadas, ricas y mamadas, viciosa, madres, collarejas callejeras, y, putas en el colegio putas, casi-putas y ex putas, calienta huevos tropi-dedo. es pero no cobra! que es?
Amamantando los huerfanos de el amorpor un punado de pesos calmando el miembro las burras senoritas "aca mamando burra pa enntrenar", meterlo es un acto animal anal vaginal, lo tengo como un riel, hay estan encerradas en nuestro burdelinterior todos somos una(S) putas o tire primera piedra Magdalena/Monorrreaaaaaaarrrrrgggg