Esta vez la poesía no le funcionó al “buen fútbol”, querido Galeano.
Los goles de Luis Díaz en vez de haber unido al país en torno a un cause mutuo, fueron aplastados por los madrazos y el odio.
No importó el llanto feliz de Don ‘Mane’ Díaz cada que su hijo marcaba y un país juntos celebrábamos. No importó eso.
Ese Don Mane desfalleciendo de alegría después de ser secuestrado ante los ojos del mundo. -Así expuso el chantaje de los Elenos, que tampoco quieren ayudar.
Don Mane fue liberado entre trinos que lo daban por muerto y que Petro tendría que renunciar.
Y lo liberan vivo.
Y, en cambio de salir a gritar guerra, Don Mane pidió paz y conciliación.
Y a pocos minutos de que terminara el juego, como en las historias que Galeano cuenta son mágicas y suceden entre la realidad y el fútbol, el hijo de Don Mane, Luis Díaz metió dos golazos que cambiaron una historia de derrota que parecía devenir cuando Brasil ya se tomaba confianza y el partido terminaba. Del 1 a 0 al 2-1.
Pero el país de la derrota imperó.
Ese demonio del odio que hemos creado juntos imperó.
Y terminamos con este sabor a autogol.
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