The entertainment debate 


Tal parece que Donald Trump tiene paso despejado hacia su segundo periodo presidencial.

Salieron veinte gallos a la arena, con transmisión de alta escala.
 Pero ni tales gallos ni tal arena.
CNN se encargó del reality.

 Martes y miércoles tuvieron lugar en Detroit y Miami dos debates a cargo de CNN con 20 de los 24 candidatos demócratas que aspiran a enfrentar a Trump en 2020.

A los senadores Bernie Sanders (Vermont) y Elizabeth Warren (Massachussets) les tocó prestarse al show porque todavía tienen esperanza en que el sistema pueda abrirle una puerta a la utopía, a la salud y a la educación como derechos y no como privilegios y negocio. A que la migración sea vista desde su causa, que la provoca una sociedad que concentra toda la riqueza y se jacta de ella ante un mundo de pobreza y desigualdad. A que las corporaciones económicas suelten al gobierno. A acabar con el uso de combustibles fósiles. Cositas como esas.

Será tan fuerte la motivación de Sanders y Warren que los dos debates giraron en torno a sus propuestas, por descabelladas que las considere el sistema político-económico y sus medios.

Y ahí comenzó el montaje.

Transmisión al estilo de final deportiva. Moderadores (¡periodistas!) con agendas claramente conservadoras. Las preguntas destinadas a generar un cerco a Sanders y Warren, y a cualquiera otro que se atreviera a copiar en parte sus ideas progresistas. Y a callar lo políticamente incorrecto, como la presión a una guerra contra Irán o cuando acusaron a los moderadores de estar agendados por las corporaciones económicas.

El cerco contó con candidatos insignificantes que sirvieron para que la emboscada a los programas “socialistas” fuera perfecta.

Fue Sanders quién llamó la atención de lo que sucedía al advertir que las preguntas del periodista Jake Tapper contra el programa de salud para todos estaban promovidas por los patrocinadores del debate.

Porque, en efecto, cuando el debate se iba a corte de comerciales, se mostraba una campaña de propaganda pagada por las aseguradoras médicas y las farmacéuticas contra las propuestas de salud como derecho para todos. De los candidatos, se salva el senador Sanders que es el más preparado para ser presidente de Estados Unidos. Lo que además produciría un cambio de rumbo universal.

Pero por lo que se vio, el ex vicepresidente Joe Biden es el corporativamente deseado para enfrentar a Donald Trump. Y para garantizar su reelección.

La senadora Warren dio en el clavo cuando advirtió que lo que sucede con el gobierno es que está corrompido por el poder económico.

Se vio una naciente luz y una fuerza interesante en la congresista de Hawai Tulsi Gabbard, que además le asestó un martillazo en la cabeza a la ex fiscal de California Kamala Harris, que no pudo responder a ningún cuestionamiento contra sus decisiones en detrimento de las poblaciones marginales mientras estuvo al frente del sistema de persecución judicial.

Cory Booker trata de sacudirse y se le ve embalentonado, pero su pasado aliado a las grandes corporaciones y al poder político tradicional hace dudar de su transparencia.

Por Nueva York, el alcalde Bill de Blasio parecía más bien uno de los periodistas interesados en quién va a enfrentar a Trump. Incluso lo tuvieron que cortar los objetivos periodistas de CNN cuando trató de poner el tema de Irán sobre la mesa.

La senadora neoyorquina Kirsten Gillibrand anulada.

El ex alcalde de San Antonio y ex secretario de hacienda de Obama Julián Castro marchó y marcó con bajo perfil. Aunque hay que subrayar que le pegó una frenada elocuente al ex vicepresidemte Biden y lo corrigió cuando dijo que había que detener y devolver al que entrara ilegalmente al país porque era un acto criminal.  Será una ofensa civil y no criminal, "tal parece que uno de nosotros aprendió del pasado y el otro no", le dijo Castro a Biden.

El personaje fue el show mediático de CNN y de las corporaciones trás bambalinas. Por eso es que Estados Unidos tiene de presidente a una estrella de Reality.

NC
NYC, 1 de agosto 2019

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