Aula Ancestral - Parte II
Del método del Amor
Sonará cursi y cliché, pero la única
fórmula posible de transformar lo que nos rodea es el Amor.
Y esa es la metodología base del Aula
Ancestral pedagógica que en estas letras contextualizamos.
En los últimos dos milenios, que tengamos
noticia y con contadas y valientes excepciones, el ser humano ha sido educado, deformado,
entre la restricción, la orden, el regaño, el “¡No!”, “no hagas eso”, “no
toques aquello”, “ve a dormir”, “come”, “lee”, “estudia”. Hay que reconocer que
los golpes al estudiante terminaron por ahí en los años noventa del siglo XX.
Pero en general, la absoluta tiranía del adulto. Aunque en el siglo XXI haya quien afirme que
las leyes permiten que los niños y jóvenes abusen y “la monten” sin permitirle
a los padres la sagrada disciplina.
Narraré dos historias de desafecto para
ilustrar la fórmula del Amor en el Aula Ancestral.
Había estado lloviendo en Cali por varias
semanas. No serían las nueve de la
mañana y en el reducido patio del Instituto La Rivera había un niño no mayor de
9 años acurrucado y llorando. Llovizna
intensa y fría, patio, niño en el centro.
Pintura del absurdo, escena de febrero de 2017, ciudad de Cali.
Interrumpo la clase con Octavo, no sin
antes participarles de la escena y preguntarles si alguien se le ocurría qué
estaba pasando. Sin más fui en dirección
del pequeño en el patio.
-¿Qué pasó hijo?
-Me castigaron porque le pegué a otro
niño. –Dijo entre sollozos.
Le di la mano y lo invité a pararse y a
seguirme.
No habíamos caminado dos pasos cuando la
profesora del niño apareció con la cara desfigurada por la ira.
-¿Qué cree usted que está haciendo
profesor? Haga el favor y no se meta en
los asuntos de mi clase. Me está
desautorizando. Este niño está castigado
y solo yo le puedo levantar el castigo.
Se ha interesado usted por saber qué hizo antes de levantarle el
castigo?
Cualquiera que fuese la falta, incluso
que el niño hubiera reducido a la profesora y hubiera intentado la revolución
promoviendo la asonada entre sus otros compañeritos de primaria, nada ameritaba
un castigo como el ya descrito, patio, lluvia, humillación y tortura a los
nueve años…
Pero veamos el hecho. Dos pequeños entran en trifulca por
arbitrariedades de niños y se resuelve con toma tu empujón, y tú toma tu
puño. Puño de nueve años, miren que no
murió nadie, ni nada se inflamó. En fin,
tal acto se puede corregir, pero no con un castigo, y menos de semejante
monta. Alimentamos un pequeño caos con más
violencia. Enseñamos violencia. Enseñamos que el camino de la corrección y de
la “disciplina” es la violencia.
El caso del niño en el patío puede
generar traumas simples pero permanentes, porque tal ser, en su adultez, habrá
sembrado profundamente la violencia como la fórmula educadora y correcta. Nos abusan de mil maneras porque vamos
aceptando una a una, del tenor que fuera. Y ese es el adulto que vemos en el planeta por
siglos.
Brutal, abusador e ilegal, esa puede ser
la sentencia en razón al castigo de la profesora de primaria, con perdón del
que afirme que “no vinimos para juzgar, que vinimos para sanar”. Y con tal intención, se podría afirmar que el
castigo referido es además antipedagógico.
“Ah, qué ladilla la escuela. Nos
castigan y nos gritan. Quién quiere ir a
esa cárcel.” Aunque la frase finalmente
es mía, es colcha de retazos que hice de lo que me decían los estudiantes de
varios grados del Instituto La Rivera de Cali.
Segunda historia. Rueda el año 2014 y tengo la oportunidad de
trabajar con la Universidad del Valle en un programa nacional llamado Ondas,
que patrocina una institución gubernamental colombiana llamada Colciencias. Trabajo
para el programa como asesor de educación en lenguaje. Se trataba de buscar fórmulas alternativas con
base en la investigación científica para que los estudiantes se interesen en
leer y escribir español e inglés.
Me asignaron nueve instituciones de
educación secundaria y dos de primaria, todas ubicadas en áreas rurales o
semirurales del norte del Valle del Cauca.
Como debía seguir las etapas del proceso
investigativo, empecé por plantear preguntas para establecer el “problema” de
lenguaje.
Los profesores resolvieron el
interrogante fácilmente: “A los
estudiantes les da pereza leer, carecen de habilidades para escribir, y su falta
de interés por una u otra es alarmante”.
Palabras más, palabras menos, ahí queda el asunto para los docentes.
Ahora lean lo que responden los
estudiantes cuando se les plantea cuál es el problema en el aprendizaje del
lenguaje: “Los profesores nos gritan, no
les interesa lo que pensamos. No tenemos
una buena comunicación con los docentes ni entre nosotros”.
Los estudiantes, sin haber ido a la
universidad y sin haber terminado la maestría y el doctorado dieron la
respuesta clave para entender qué pasa en las aulas. Quién va a querer leer y escribir, si la base
del lenguaje, que es la comunicación simple y lironda con el otro está rota.
No me detendré a narrar las atrocidades
que los docentes cometen con los estudiantes gritándolos y maltratándolos,
desestimulando cualquier interés por la educación. De una institución de primaria del municipio
de San Pedro me prohibieron volver porque al coordinador no le gustó que le
advirtiera que estaba cometiendo abusos graves contra los niños. Del municipio de Caicedonia, una docente de
primaria me cerró las puertas de su clase hasta que no me resigné a verla
gritarlos y perseguirlos como loca por la escuelita.
Si la educación sigue siendo tener que
acatar las órdenes de unos adultos locos, aburridos y agresivos, quién quiere
seguir en eso.
De las anteriores experiencias, si bien
con los adultos hubo roces –lo que me indica que hasta con ellos debo aplicar
el amor, a pesar de nuestra terquedad y testarudez-, con los niños y
adolescentes siempre hubo éxito en el proceso formativo gracias a sentirlos
como seres, a apreciarlos como seres en formación, a respetarlos y a pedirles
excusas cuando fuere necesario. A buscar
fórmulas para comunicarme según me dedicaba a conocerlos, a pesar de lo
difíciles o cerrados que pudieran ser.
La escena del profesor saliendo despedido
de la escuela rodeado de sus estudiantes no puede suceder más. Por eso aquí está este proyecto del Aula
Ancestral, y en este capítulo la justificación de por qué educar en amor.
NC
Cali, Junio 2017
No comments:
Post a Comment