“Trabajadores: la
guerra de clases ha comenzado. Ayer, frente a la fábrica McCormik, se fusiló a
los obreros. ¡Su sangre pide venganza! ¿Quién podrá dudar ya que los chacales
que nos gobiernan están ávidos de sangre trabajadora? Pero los trabajadores no
son un rebaño de carneros. ¡Al terror blanco respondamos con el terror rojo! Es
preferible la muerte que la miseria. Si se fusila a los trabajadores,
respondamos de tal manera que los amos lo recuerden por mucho tiempo. Es la
necesidad lo que nos hace gritar: ¡A las armas!. Ayer, las mujeres y los hijos
de los pobres lloraban a sus maridos y a sus padres fusilados, en tanto que en
los palacios de los ricos se llenaban vasos de vino costosos y se bebía a la
salud de los bandidos del orden… ¡Secad vuestras lágrimas, los que sufrís!
¡Tened coraje, esclavos! ¡Levantaos!.”
Esa fue la
proclama publicada en el periódico Arbeiter Zeitung en 1886. El periódico originado en Chicago por
intelectuales de origen alemán fue extinto tras la persecución y ahorcamiento
de varios de sus redactores y editores, hechos apoyados por la prensa tradicional que desde entonces ya mostraba sus uñas. Es famoso cómo The New York Times vaticinaba la aniquilación del movimiento obrero para mantener la soñada industrialización. Pero volvamos a la revuelta de los trabajadores, que empezó el primero de mayo de 1886 en Chicago.
La proclama “La
guerra de clases ha comenzado” era una reacción a los seis muertos y las
“decenas de heridos” que el grupo de “rompehuelgas” de la policía causó al
disparar contra los trabajadores que cumplían tres días de protestas reclamando
ocho horas de trabajo, ocho horas para la casa y ocho horas de sueño.
Al día siguiente,
4 de mayo, se reanudaron las protestas laborales. Cuando la policía se iba a lanzar sobre los
trabajadores, un hombre les lanzó un artefacto explosivo que le quitó la vida a
un oficial, y heridas a una decena.
Con pruebas falsas, un juez condenó a
muerte a los líderes del movimiento obrero para acabar con las
manifestaciones. Por eso se celebra el
día del trabajo en el mundo entero el primero de mayo, excepto en Estados
Unidos, donde tales memorias son erradicadas a la fuerza de la historia.
El Día de la Mujer, el 8 de marzo, nos
recuerda que las mujeres también se habían sumado a las protestas, por las
inclementes jornadas de 16 horas, por las salarios de explotación, por las
discriminaciones y abusos de que eran objeto.
El 25 de marzo de 1911, en Manhattan,
Nueva York, después de varias acciones para exigir sus derechos, las
trabajadoras de la fábrica de ropa Triangle Shirtwaist fueron encerradas para
que no pudieran salir hasta cumplir con los horarios impuestos por sus
jefes. Un incendio le quitó la vida a
146 personas, 129 de ellas las mujeres que habían estado exigiendo
beneficios. Esas mujeres tenían entre 16
y 23 años de edad.
Ese y otros incidentes se guardan en la
memoria de este 8 de marzo.
La historia, como siempre, silenciada y
mal contada, solo nos deja ver un atisbo de la verdad. Fuimos y seguimos siendo
una sociedad obrera bajo la esclavitud impuesta por unos pocos.
NC
Cali, 7 de marzo 2017
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