To Heath, the Fire Keeper.



 La vida es el camino para llegar a casa”, en El Solar de los aburridos edición La Amistad.




Ni siquiera la aventura más profunda escapa a aquel norte del hombre, que es el otro.

Al relacionarse le hemos llamado amor, enamoramiento, amistad, familia, etcétera, intentando clasificar sensaciones, con esa manía de establecer posesiones, pertenencias.

Andamos buscando nuevas eras, elixir profundos, shamanismos, medicinas mágicas.

Explicamos La Vida en teorías complejas o maldecimos.

Y al final, cuando la muerte aparece, cuando el camino se cierra, cuando a esa cita asistimos sin nada más, sin nadie más, en ese final, entendemos que qué bueno haber compartido…

Entendemos que la causa era compartir, compartirnos, reírnos juntos, bostezar juntos, jugar a todos los juegos, a todos los roles, juntos.

Aquí en esta montaña sagrada, rodeado de estos muchachos ángeles, de esta comunidad magnifica, sombrero en tierra, me dejo ir de rodillas y lloro.

Ayer supe del camino frágil de uno de esos a quienes he llamado “guerreros del arcoíris”, “guerreros de luz”…

Hoy me siento insensato. Lánguido, mustio, triste.

Había percibido en aquellos ojos, de aquel hermano, una angustia por ser querido, por servir, por amar… Y me creí la película esa del guerrero y del arcoíris… Y le di la espalda. Y seguí el camino…

Cómo nos hace falta querernos.

Y nos la pasamos tomando distancia. 

Con los puños en la tierra, y este nudo en la garganta despido a Heath McBriarty.

NC
Andes, 31 de enero de 2013







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