Hasta siempre, Padre

Marzo de 2011, con mi padre
El martes primero de noviembre de 2011 falleció mi padre, Henry Cristancho.

Como lo hizo buena parte de su vida, ese día madrugó. A las 5 y 30 de la mañana se dio un duchazo, se puso sus audífonos; y escuchando las noticias de la radio se puso oxígeno. 
Hace varios años usaba un tanque de oxígeno para respirar, debido al cansancio de sus pulmones, consecuencia de una vida fumando. Hacía unos quince años lo había dejado, tras la advertencia fatal de la muerte.
Sentado en una silla en su cuarto, en Bogotá, a los 71 años, la muerte llegó y se llevó al viejo en silencio. 
El día anterior, 31 de octubre, había estado en Suba. Una calle de ese pueblo acompañó el luto del viejo. Cuentan sus amigos, Don José, de la Tienda Estudiantil, que el “día anterior había estado tomando tinto con Henry. Ese día pidió dos tintos. Yo le dije, si ya nos tomamos uno. ‘Hoy tengo ganas de tinto’”, le respondió mi padre.
A donde Rodrigo fue a eso de la una de la tarde. Casi exacto, visitaba, a la misma hora, tienda por tienda. Allí llegó “como siempre, con un chiste. Que de qué nos ibamos a disfrazar”, recuerda Rodrigo.
Esas historias nos contaron en Suba a mi y a mi tio William. William y yo nos fuimos a Suba a andar los últimos pasos de mi padre.
De la partida de mi padre, me quedó la satisfacción de William, de Jaime, de Alvaro, de Hernando, de Miryam, de Fanny... Mis tios... De mis primos Juan David, Avaro, Diego, y Mauro. Me quedó Lina Sofia, me quedó Diana, la voz de Laura, Silvia, y Matias, el menor de los Cristancho.
Fue un placer conocerlos a todos. Pese a que en algún momento de un remoto antes había conocido a algunos de ellos, solo fue la semana pasada cuando por fin nos vimos a los ojos, compartimos, compartimos abrazos. Gracias a todos ellos. Ustedes fueron el significado de la partida de mi padre. Tanta vida, tantas vidas juntas. Tanta gente mía, bella.
Estuvo Adriana, siempre presente prima bella. Mi tia Olga con ella. Mi tio Carlos, en ellas. Miriam. Mi tia Consuelo y Victor. Mi vieja y mi hermana.
La muerte de mi padre significa el cierre de un ciclo. Cada vida es uno, nos enseña la gran maestra Tierra, que día y noche nos regala uno exacto y armónico. Pareciera que del tamaño de los seres existentes, empezando por el gran sol que conozco, y la diminuta hormiga, en su dimensión, espacio y tiempo, cada ciclo pretende armonía.
En el mio propio, con los tumultuosos volcanes de mi mente, aprendo cada día a ser hombre... A ser padre... Lo que aprendí de mi padre, lo que aprendo de mi hijo; y de algunos padres ejemplares. 
Ahora mismo, en este 11/11/11, la tarea de padre para mi representa arduo trabajo. El número maestro me muestra un acertijo. Ya veremos...
Por ahora, Hasta Siempre Padre. Con amor. Recordando el pasado-recién marzo, en que te pude abrazar, besar, comer postres juntos, sentarnos a la mesa... Sacarnos fotos.
En el corazón viejo...


NC,
NY, 11/11/11

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