Mi última dirección es una tumba en Gusha, allá nací. Ya he decidido morirme.
Tengo 59 años. Fui soldado de la revolución Serbia. Caí preso, y por nueve meses solo podía ver la luz del día durante quince minutos diarios. Con todo y eso, jamás me sacaron una palabra. Hasta cuando llegaron los americanos a sacarnos de las celdas; y traernos a éstas, sus ciudades...
Tengo un hijo de 19 años. Se llama Ivan.
Lo crié yo solo hasta hace unos meses, que decidió irse.
Su madre es una filipina de la que no volví a saber nada hasta hace un año, más o menos. Al parecer el estado la rastreó debido a que yo llené los formularios para recibir atención médica. Ah, sí. Tengo un tumor que por ahora me paraliza parcialmente el brazo derecho, aunque todavía me basta para apretar bien la mano de algún conocido, o empuñar un vaso de Henessy.
Henessy he empezado a tomar desde que mi hijo decidió irse. Acababa de graduarse con honores. Es cinturón negro en karate. Me lo llevé a Serbia a visitar a la familia. Cuando regresamos ahí estaba su madre.
-Alo?
Lo llamó y lo enredó con no sé qué. Vi unos documentos que me mandaron del Child Support. Le cobraban como veinte mil dólares, a ella. Por todos estos años. Pero ella habló con Ivan. Empezaron a comunicarse, a intercambiar fotos. Hasta que ella vino aquí y lo invitó a vivir con ella.
A mí me pareció una locura y no comprendo.
Ivan se fue sin titubear. Entiendo que yo era un padre estricto, y que tengo ciertas cosas claras, que lo blanco es blanco y lo negro es negro. Soy un soldado de convicciones.
El dolor del tumor ya no me deja dormir. Se extiende desde el cuello, baja por los pulmones y me paraliza el brazo derecho. Me arde en la noche. Por eso tomo Henessy. El Henessy también me hace arder el pecho, y me quita el otro dolor. Por lo menos hasta el otro día.
Mi hijo no volvió a aparecer. Le escribí un email en su cumpleaños reprochándole su ingratitud. No creo haberme equivocado porque las cosas son como son. Podría llamar a la filipina (la madre) pero yo no soy hombre que se doblega.
Esta semana decidí parar de beber Henessy. Recibí unas fotos que había ordenado hace como un año del día que Ivan se graduó de secundaria. Eso me devolvió la sonrisa…
Ya no me queda nadie. Soy un hombre que vive solo, que no tiene amigos, que no tiene familia y que no duerme, a veces por el dolor, a veces por la ira, a veces porque no paro de reprocharlo todo. Solo deambulo por estas sucias calles, plagadas de simios. Solo.
Ahora me llegó una carta del médico. Me citan a Baltimore a exámenes finales antes de la cirugía mayor. Es probable que no sobreviva. No me importa. Ya le dije al médico que en esta segunda operación no se detenga. Esta vez que saqué todo el tumor o me deje ir. Estoy cansado de estar vivo. Le reprocho a la vida estar vivo.
Ah, sí. Mi nombre es Dragan.
NC
NY, Octubre 11 2011
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