Ya me habían advertido una docena de veces que no podría usar la cámara fotográfica en el concierto de Cachao, en Blue Note, uno de los templos del jazz en la ciudad de Nueva York.
Sin embargo me llevé una Nikon Kool Pix 5000 que podía ocultar bastante fácil y que tenía buen registro en condiciones mínimas de luz.
Era la segunda ocasión que iba al Blue Note y ya sabía que pese a su gran fama, no pasaba de ser un barcito con aspecto de mala muerte, sin mucho espacio, y con una tarima mínima. Caro, eso sí.
Entré y conocí al nieto de Cachao o algo así, lo cierto es que nos fumamos un cigarrillo. Llegó Cachao sin mucha bulla. Tranquilo. Ayudándose con un caminador para avanzar. Con sonrisas para todo el mundo y algún comentario corto con su característico acento cubanísimo.
Recuerdo bien que Jimmy Bosch estaba en el trombón, pero no acierto a recordar quién más andaba en tal nómina musical. Entonces escribí un artículo para un semanario que ya desapareció, así que de la cosa no me quedó más rastro que mi trajinada memoria. Y recuerdo que Cachao se soltó del caminador y agarró su bajo gigante y no paró de hacer música como por una hora.
Lo tocaba normal con el palito; con ese mismo le pegaba al bajo; luego lo usaba de conga; hacía punteos con la punta de los dedos, en fin.
La semana que pasó se fue Cachao. Aquí le rendimos par homenajes. Uno con las fotos que pude sacar esa noche de agosto de 2005. Casi me sacan, a propósito.
A continuación presentamos un artículo de mi pana Fernando España, quien es una autoridad en el tema musical, y le hace senda despedida a Cachao. Nosotros le aportamos las fotos de agosto de 2005.
Dirá Fernando: “¡Aché!”
NC
Cachao, Buen viaje*
Dios existe, pero no tiene ninguna prisa en hacerlo saber.
León Tolstoi
Fernando España
Para ver y escuchar su Blog
Por aquellos días de dos mil cinco, cuando agonizaba Juan Pablo II, varios periodistas de distintas generaciones conversábamos sobre el número de papados que a cada uno le había tocado durante su vida. Los menores de veintiseis manifestaban que solo bajo un pontificado; otros, bajo tres; pocos bajo dos y mis cuentas arrojaron cuatro papados, pero sin esa ambigua sensación de eternidad, infinitud e inmortalidad que les producía a los más jóvenes el papa polaco.
¿Acaso, de este tipo no son las percepciones que nos causa Cachao? Ese gran músico de quién muchos han escuchado el vibrato de su contrabajo en innumerables danzones, sones, congas y rumbas; o, quizás bailado sus aportes en numerosos mambos de las músicas cubanas y salsa, inclusive en el pop; sin embargo, son numerosos quienes coinciden: ¡Qué como su ritmo no hay dos!
La observancia cuidadosa de este hombre nacido en La Habana, posibilita imaginar con emoción que quizá sea el más influyente músico del complejo salsero y el único con presencia en los lugares más determinantes de un fenómeno que desborda a su cronología, como el año treinta y ocho durante el cual, Cachao con su hermano Orestes presentaron su revolucionario mambo; o al sesenta y cuatro, cuando Masucci y Pacheco fundaron al sello Fania; momentos estimados como claves dentro del historial salsero, práctica sonora de la cual algunos, como el mismo contrabajista, aseguran que es artificiosa por que solamente es un nombre para explotar comercialmente la música cubana, concepto que paradójicamente es también un nicho de mercado promocionado por la industria mundial del entretenimiento discográfico.
Aún así, humilde ante sus inigualables contribuciones, que están más allá de los nacionalismos políticos y la promoción desaforada, el par de Charles Mingus supera como creador a personalidades verdaderamente famosas como Tito Puente o Celia Cruz, quienes también coincidieron en calificar a la salsa como música cubana; dos complejos musicales en dialogo desde antes que Cachao naciera en el dieciocho; mundos sonoros en confluencia, con componentes comunes, consecuencia de la volatilidad de sus límites, el entrecruzamiento de sus ritmos y el préstamo compartido de figuras como el errante contrabajista, que facilitan negar a uno o confundir sus autonomías.
Como aquel debate sobre quién pudo haber sido el posible creador del mambo: Cachao o Pérez Prado. Polémica encauzada entre la ambigüedad de esas fronteras sofísticas como el eterno dilema humano del huevo o la gallina. En últimas, el mambo, fin, componente y principio articulador tanto en músicas cubanas como en la salsa. Los creadores del mambo fueron ellos, inclusive Arsenio, y quién sabe cuantos más que sumaron contribuciones desde tiempos ha o cont
emporáneos a ellos.
Quienes alimentaron estas controversias fueron casi los mismos que en número y persona durante los setentas polarizaron el debate sobre sí la salsa era música cubana o un movimiento original. Atrincherados en sus posiciones ideológicas, políticas o nacionalistas coincidencialmente apenas citaron al gigante del bajo acústico. César Miguel Rondón en su libro "Salsa, crónica del Caribe urbano" apenas lo mencionó, prefirió darle más importancia a otros precursores del sonido metálico del Spanish Harlem como Arsenio, Machito y los dos Tito. Podría aducir Rondón que, al fin y al cabo, es un texto sobre el sonido neoyorquino de los se
tentas desfogado por los conjuntos y las "brass bands" de la compañía Fania.
A su vez, como podría justificar Helio Orovio a su Diccionario de Música Cubana, texto extraño y tacaño con ciertos músicos cubanos, aún en sus ediciones corregidas y ampliadas como la del noventa y dos, en donde el maestro, nacido en la misma casa en la cual vio la luz José Martí en 1.853, aparece reseñado:
"LÓPEZ, ISRAEL. Compositor, contrabajista y director, La Habana, 1.918. Conocido como Cachao. Perteneciente a una larga familia de músicos, a los trece años de edad ingreso en la orquesta Sinfónica de La Habana. En 1.937 entró a la Orquesta Maravilla del Siglo, de Fernando Collazo, y luego integró como contrabajista a la Orquesta de Arcaño y sus Maravillas, para las que compuso, junto a su hermano Orestes López, numerosos danzones de ritmo nuevo, precursores del mambo.
Fue contrabajista de varias orquestas de teatro habaneras y formó parte, asimismo, de grupos de jazz. De 1.957 a 1.960 integró la orquesta Fajardo y sus Estrellas. Ha tocado luego, en diversas partes del mundo, con importantes agrupaciones musicales. En Nueva York grabó numerosos LP, tanto con grupos dirigidos por él como otros grupos famosos. Son conocidísimas sus grabaciones de descargas cubanas. Entre sus danzones figuran los clásicos "Se va el matancero", "Adelante" y "Jóvenes del ritmo". Ha realizado infinidad de arreglos musicales".
Reseña sesgada sobre la obra de uno de los más grandes músicos populares del mundo en todos los tiempos, quien junto a Bebo en "Calle 54" interpreta una versión de "Lágrimas Negras" que al escucharla Chucho Valdés, cubano como él, solo atino a decir: "La única reacción posible es ondear la bandera".
Entonces resulta insólito leer la manera como se redujeron sus sesiones en los estudios Panart a la frase "son conocidísimas sus grabaciones de descargas cubanas", desestimando veladamente esos encuentros que a lo largo de los cincuenta consolidaron el jazz cubano y viabilizaron la gestación del movimiento urbano salsero con una historia sonora y un lugar social en la cultura musical del siglo, gesta más destacada que la labor desarrollada por el extraordinario maestro al lado del brillante flautista José Fajardo.
Orovio ignoró la participación del "compositor de más de mil danzones" en la orquesta de Tito Rodríguez, la orquesta más famosa del Palladium Ballroom durante cierta época, y con Eddie Palmieri, líder de la escena sonora neoyorquina a comienzos de la década de los sesenta.
Desestimación tan lamentosa como sí hubiera omitido en la reseña sobre Benny More, su paso por la orquesta de Pérez Prado en México. De la misma forma, paso por alto sus perfomances con el pianista Charlie Palmieri; y, con las Estrellas Tico, resultado por cierto de sus descargas cubanas en La Habana y definitivas en la motivación de Johnny Pacheco para la creación de la Fania All Stars, la asociación musical más famosa del Caribe, de aquí a Pekín. El paso de Cachao por Nueva York fue predeterminante para el surgimiento del movimiento, época y estilos de la salsa urbana. En fin, una reseña veleidosa que luego Orovio intento corregir.
Mientras tanto, su compatriota tejía en Miami su leyenda tal como vivió a lo largo del siglo veinte, invisible, "concentrado, en silencio, sometiendo a su instrumento, usando su arco como látigo, dirigiendo a sus músicos con su mirada y cejas, sin perder oído, haciendo lo que sabía hacer desde niño" según Cabrera Infante. Allí, durante más de una década el "star system" del pop lo ignoró, hasta ese otoño del noventa y tres cuando Andy García decidió sacarlo del "anonimato" comercial mediante un documental ajeno a los oropeles de la ciudad que sugestiona los sentidos musicales de la mayoría de los latinoamericanos.
De los setentas a los ochentas Miami estaba más pendiente de consumir productos como el Miami Sound Machine, Willie Chirino y Hansel y Raúl que gozar las sustanciosas músicas cubanas y la bravía salsa, a sus pareceres asunto más de los comunistas en la isla y de los puertorriqueños del Spanish Harlem. Aún así, allí, el maravilloso instrumentista fungiendo de director musical realizo, entre el setenta y seis y el ochenta, dos trabajos exquisitos, uno titulado "Cachao Dos" y el otro "Miami All Stars".
El primero, muy en línea con la tradicional música cubana de salón y el segundo con un "line up" de espanto, como para evocar a los Irakeres, en "Deux Muvements: Andante non troppo & Allegro briosso", fiel a la articulación de las tradiciones con las vanguardias. El "hombre sin edad" continuo haciendo música en las proximidades de los ochentas, tal como en los tiempos de la rumba del treinta.
Gracias al filme "Cachao, como su ritmo no hay dos" de Andy García se materializó el ser que invita a cogerle el golpe o caminar en cha el Centro San Agustín. Se ve cercano, con su piel bronceada por la historia y esos dos ojos azules, "jirones de luz y descendiente de esclavos y colonizadores sin importar su procedencia", esencial, dilatándose, contrayéndose, adaptándose, trascendiendo la gravedad que lo aferra a esta suerte pasajera, donde ha sido espíritu de momentos trascendentales para las músicas más felices del planeta, presencial o invisible, como durante aquel neoyorquino agosto del setenta y uno en el Cheetah, donde luego del "Introducción Theme", su "Descarga Cachao" firmada por Ray Barreto como "Descarga Fania," abrió el concierto más importante en la historia salsera tal como aparece registrado en la película "Nuestra Cosa Latina". Durante aquella velada el bajista Bobby Valentín sostenía el ritmo arqueando una ceja tras una sonrisa que lo celaba.
Así como Cachao guarda secretos y contribuye a la música, simultáneamente se invisibiliza, "no se le ve un gesto de arrogancia ni una mueca de humildad", conduce con una leve sonrisa como la traslucida por La Gioconda cuando baila su danzón en el "caos que representa la música cubana, qué como en muchas, alguien tiene que mantener la cabeza serena, controlar la situación, pero en el agitado mar de la polirrítmia debe haber en la articulación un piloto muy especial y Cachao es el más especial de todos los pilotos" según Cristóbal Díaz Ayala. En ese océano cósmico el maestro del barrio Belem y su contrabajo dominan las fuerzas que otros padecen. Parafraseando a Agliè, ese personaje del "Péndulo de Foucault" de Umberto Eco: "al iniciado los simples lo vemos como una persona pero no como en esencia es: una fuerza como es el agua, el viento, las hojas, el arco iris, es importante que veneremos esa fuerza, que se hace necesario protegerla, respetarla, sustraerla a la curiosidad de los profanos, o de cualquiera que no sea capaz de comprender el júbilo interior y la gracia que emana, una cosa muy distinta es el aspecto que ella tome, ese asunto depende de las posibilidades de comprensión que tiene cada uno".
PD.: Nunca ví a Cachao en persona, me hubiera gustado estrechar esas manos con las cuales domina a su corcel sonoro, haber oteado sus palmas, haber observado su línea de vida, haber descubierto de cuantas muertes contaba, haber conocido su prodigiosa memoria y haber palpado su velocidad próxima a los trescientos mil kilómetros por segundo.
Quienes amamos la música estamos en la obligación de continuar cultivando la leyenda sobre este ser para continuar perpetuando su influencia en la formación, multiplicación y guarda de esos secretos que transforman aprendices en maestros.
Él que titila como lucero en el firmamento nocturno, sabe que "el comienzo es fruto de una larga limpieza de la mente y del corazón". Según Stephen Hawking: "Dios no solo juega a los dados con el universo, sino que a veces los lanza donde nadie puede verlos". Es probable que Cachao también haya estado justo en el momento aquel en el cual el Todopoderoso estaba por arrojarlos.
* Cachao se ha transformado en semana santa, fiesta astrológica y pagana antes del nacimiento de Cristo, fiesta luego sacralizada por la jerarquía ceremonial cristiana, apostólica y romana en coincidencia con la pasión y muerte del "Hijo de Dios".
FUENTES:
1. GUILLERMO CABRERA INFANTE: Un cacho e´Cachao. Sony Music. 1.994. Nueva York, EE.UU.
2. CRISTÓBAL DÍAZ AYALA: Notas para Master Sessions Volumen Uno. Sony Music. 1994. NuevaYork, EE.UU.
3. HELIO OROVIO: Diccionario de la música cubana. Ediciones Letras Cubanas. 1.992. La Habana, Cuba.
4. CESAR M. RONDON: Salsa, Crónica de la música del Caribe urbano. Ediciones B. 2.005. Bogotá, Colombia.
5. UMBERTO ECO: El péndulo de Foucault. Ediciones. Bompiani – Lumen. 1.990. Bogotá, Colombia.Fotografía: Néstor Cristancho, agosto 2005.
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