EL PRIMERO DE LOS DERROTADOS


Por Oscar Domínguez G.


Argentina se acostó campeón de la Copa América y despertó segundo. El gauchaje sufrió una amnesia parcial de fútbol, y regresó a las duchas sin nada entre el bolsillo.


Fue campeón hasta el minuto cuatro del primer tiempo, cuando anotó Baptista, el gigantón de pelo quieto. El balón se coló por un sitio donde las águilas no se atreven. El arquero de apellido imposible de escribir sin mirarlo en el periódico (Abbondanzieri), quedó como acabado de salir de vespertina. Ayala todavía está buscando su propia espalda.


La historia nunca se ha ocupado de los segundones. El reinado de los platenses duró lo que dura “esa ráfaga, el tango”. Escrito está: el segundo es el primero de los derrotados.


Por eso el Coco Basile, se dijo: “¿Medallitas a mi?”, y siguió la premiación desde el vestuario, acompañado por el utilero y su voz que viene del buche. Mal ejemplo. Hay que presupuestar hasta la derrota. Dejó la humildad en casa. Eso le pasa por ensillar antes de traer las bestias. Imaginó que jugaba contra una escuela de samba.


Durante toda la Copa , lo de Argentina fue un concierto del mejor fútbol. A ese seguro triunfo sólo le faltaba música de Juan D’Arienzo, el Rey del Compás. Merecía el acompañamiento musical de Piazzola. Pero el hombre propone y los dioses disponen.


Sus fans ya habíamos coronado como rey a “Messidona”, el híbrido de Messi y Maradona. Para muchos – incluído este pecho- fue el mejor. También Riquelme hizo méritos para valorizar su pase. Pero “el poeta del año es el goleador del campeonato”. Y Robhino, sin jugar la mitad de lo que sabe, se llevó el título de poeta con sus seis goles.

Tienen algo en común Messi y Robhino: juegan con la alegría del que sacó su master en peladores cerca de la casa de su barrio. Dios los guarde.


Esta vez, ni modo de echarle la culpa al árbitro que estuvo casi papal, es decir, infalible. ¿A quien echarle la culpa? ¿A Borges, quien se mofaba del fútbol al que consideraba una de las artes menores? ¿A doña Cristina, esposa del presidente Kirchner, por pretender prolongar el mandato de su marido? ¿Al Río de La Plata por tener ínfulas de mar interior? ¿A Martín Fierro? Todo es válido a la hora de las interpretaciones.


No faltó nadie en Argentina. Estaban todos los que son y son todos los que estaban, para decirlo con el loco Epifanio Mejía. Le dieron toda la importancia a la cita balompédica. Y eso lo valoramos los aficionados de media petaca. Esos que vamos cambiando de equipo a medida que van eliminando a los de nuestras entretelas.


Cuando se fue Colombia, nos fuimos con Ecuador, luego con otro vecino, Perú. Fuimos hinchas del Uruguay. Finalmente, nos trasteamos para Argentina. Finalmente nos quedó Brasil. “Ganamos”. El perdedor siempre se va quedando solo. De malas.


Los cariocas tenían la reina de todas las disculpas lista para esgrimir en caso de que hubieran perdido: que sus vedetes se quedaron bronceándose en eurodólares en la Costa Azul. Para los del gajo de arriba como Brasil, perder es ocupar un puesto distinto al primero. Sin jugar buen fútbol, casi con la cédula, ganaron la Copa. Desganadas felicitaciones.

(Fotos tomadas de agencias o fusiladas de internet por Néstor Cristancho, no culpen a Domínguez)



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