“Se termina este camino”, pensó,
observando el corte del risco, la otra montaña más allá, el viento zumbándole
empujones.
Echó una ojeada abajo: El río que aún
vivía atravesaba el cañón con pereza de atardecer. Unas cuantas aves que
aprovechaban las corrientes en planeo.
Luego pensó en ella. En lo que había
sucedido y había quedado atrás.
Recordó los aquellos días difíciles. Recordó los aquellos gozados. El desayuno que
se hacía esperar, la azarosa lluvia que era tan común como ellos en aquellas
montañas.
Divisó a un arriero, de gorro, de manta,
de la mano la soga con que iba guiando una alpaca distraída.
Y el viento que le zumbaba. Y el risco y
los recuerdos ahí, invitándole a lanzarse.
Echó una ojeada más alrededor, como para
quitarse las preguntas que le había faltado descubrir.
Se lanzó al vacío.
La primera sensación fue el golpe a las
entrañas que causa el encuentro con el vacío. Caída libre. Velocidad aumentada por segundo.
¿Será un suicida? Te preguntas. Por qué
no un parapentista loco… Por qué no un cóndor sin su hembra…
NC
16 de diciembre de 2014
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