Aquel le llama.
Una. Dos. Tres. Sin respuesta.
Allá, el timbre.
La puerta. El mensaje. No respuesta.
Al revés, y viceversa.
Rutina. Se ven en el cruce, en el metro, en el laburo.
Se pasan
desapercibidos.
Como si nada.
Allá muere.
Aquel se entera.
Aquel muere.
-¿Vos aquí?
--¿Ah? ¿Y tú?
-¿Qué paso?
Se lanzan en
abrazo solidario, de por fin. De al menos aquí no estoy solo. Que vos me das
coraje. Sollozan. Se apretan las manos. Se piden perdón. Ríen, lloran más.
-Mirá qué tontos…
…Y en eso, se
disuelven. Se desmoronan como una estatua de arena soplada por la noche; erosionados
por la marea que crece…
Les van quedando
los ojos, y se van viendo en una de esas “movies” que llegaron a ver, y pensar
que bueno que aquel-allá viera esto…
Se van
disolviendo…
Queda el viento…
NC
New York, junio
2012
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