Elisa

He llegado al final del camino. De este camino que he transitado por la selva amazónica del Perú y que comenzó el 5 de febrero.
No me propuse un plan. Ni sabía adónde iba. Ni tenía una razón. Solo podía percibir la energía que me había traido a esta tierra. La primera vez en junio de 2008, y ahora en este calendario.
Puedo decir que era un camino hacia mi mismo en la medida de la luz que hoy ilumina mi consciencia. Estoy despierto.

No deja de asombrarme la forma en que se me mostró este camino. El gran universo, la gran esencia, la energía, Dios, me fue sacando del letargo hasta con bichos en la cama. Me liberó de ataduras materiales y sentimentales. Y en este acto me enseñó la gran dimensión del amor y me alertó sobre la confusión que hay en el simple relacionarse.

Y en ese despertar, interpreto que seguí los pasos de mi origen indio, de la tierra madre; de sus genios; de curanderos reales; de otros no tanto; de llamados chamanes… Hasta que la semana pasada llegué a casa de Elisa, en un caserío de 740 habitantes, sin calles asfaltadas, sin carros ni motocarros, con algunos caballos. San Francisco de Yarinacocha es el pueblo de la comunidad indígena Shipibo, a una hora en bote desde la ciudad de Pucalpa. Es un pueblo humilde, organizado y limpio. Su lengua primaria es el shipibo, aunque la mayoría habla bien el español. Pero es el shipibo el idioma permanente. Ya he empezado a estudiarlo. Jam Basi Pari En Mia Oine.

Elisa es un ángel mágico en forma de mujer. Fuerte guerrera amazona. Suave y dulce, encantadora.
He entendido que ya no tengo que seguir el viaje. He llegado a donde la gran maestra, humilde y hermosa india reina.

Que el universo decida los cuándo y los cómo.
Ya no me interesa el porqué.
Vive y sé.

NC
San Francisco de Yarinacocha
Perú, 3 de marzo de 2009